Panic Room

Calma, por fin calma. Parece mentirá pero ya es mía…, umm, parece que no. Cere vuelve a adentrarse, observa, lee un poco, se da pon enterado y comprende que para escribir, yo, necesito concentración. Pues como trataba de…, (ejem, ejem), perdonad otra vez, el José acaba de adentrarse de nuevo mi habitación (no pasa nada, se lo que va a hacer y que será reincidente). Veo como se acerca bailoteando al ritmillo de la B.S.O. de esta noche. Comunicación inexistente, allanamiento de ratón, cambio sin complejo de aplicación (ventana) y escudriñamiento silencioso del Emule. Breve intercambio de palabras y, otra vez tranquilidad; que dure dios, que dure.

Aquí tengo el por qué de preferir escribir de madrugada. ¡Como que preferir!, no tengo más remedio, está es mi dicha (todo esto dicho con una profunda emoción, jeje). Aunque…, en el fondo, son buenos chavales y tampoco es tan desagradable que mi cuarto sea la sala de “estar”. Para que mentir, tiene infinidad de ventajas (me calientan el cuarto cuando no estoy, si me apetece estar solo sé donde no ir, el desorden del mismo se reparte de modo proporcional,...

Así que ya sabéis, si queréis disfrutar de estas ventajas. Solo tenéis que cumplir una serie de requisitos que, por vuestro bien (¿o por el mío?), ni os voy a enumerar; sería como abriros la caja de Pandora.

Pos eso, lo dicho, dicho esta...